De la desilusión a la esperanza ¡21N la juventud en las calles!

3 de mayo de 2021
Tiempo de lectura: 10min.

Por:
Alejandro Díaz

Nataly Gutiérrez

Agradecimientos:

Observatorio Ciudadano Juvenil

Cru - Vida para Colombia

Plataforma juventud Ciudad Bolivar

Rosaristas por la Paz

Movimiento Estudiantil UPN

R.A.S.H. Bogotá

Escuela de Medios sin comillas virtual 2020


La sociedad adulta, las Instituciones no se cansan de pregonar la debida apoliticidad de los y las jóvenes, según ellos, no deberían estar en la política sino a dedicarse a estudiar.
Fabian Acosta, Director del Observatorio de Juventud, Universidad Nacional.

Las movilizaciones sociales tienen un antecedente que se puede ubicar desde mayo del 68, pasando por la década de los 80, llamada por algunos expertos la década perdida, en donde se creía que los movimientos sociales se habían extinguido y serían cosa del pasado. Sin embargo, al llegar a los 90, se reactivaron las movilizaciones en el mundo, levantando la voz por las inconformidades sociales y políticas que se vivían en cada país, y aunque daba la impresión de que las demandas de la población habían surgido en ese momento específico, estas fueron la acumulación del descontento ante las políticas internacionales que se habían impuesto sobre los países del sur global. 

Por su parte, en América Latina la movilización se erigió  como respuesta a la opresión de las dictaduras militares que se vivieron en este periodo y se transformaron en las democracias del hoy, dentro de las cuales Colombia no es un caso aislado, pues, también experimentó una dictadura y comparte varias de las inconformidades que se manifiestan actualmente en Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Haití y México.

Desde los 90 y principios del milenio, Colombia viene transformándose gracias a los procesos constituyentes de 1991 y la apertura económica del neoliberalismo, en donde se reconoce la participación de las minorías que habitan el territorio nacional, incluyendo así el papel de las negritudes, los pueblos indígenas y las mujeres.  A pesar de ello, los gobiernos han priorizado en sus agendas asuntos de carácter económico, dejando de lado las demandas de las comunidades, por lo que estas han encontrado en la movilización social un mecanismo para que su voz sea escuchada en las ciudades principales, como Cali, Medellín y Bogotá, siendo esta última el epicentro de las grandes movilizaciones por ser donde se ubica el poder estatal.

En este contexto, las movilizaciones sociales que se dieron para el 21 de Noviembre de 2019 en Colombia -más conocido como el 21N- fueron notables en Bogotá y se extendieron hasta el 7 de diciembre, no son casualidad, sino un acumulado de las demandas de los diversos actores sociales ante un sistema represivo e inequitativo, que favorece los intereses particulares sobre los colectivos. A diferencia de otras movilizaciones, este estallido social ha sido representativo ya que muestra en la escena el papel que viene adelantando la juventud, una juventud que:

“Sueña con cambios pero las circunstancias no dejan, por eso sus demandas tienen que ver con libertad, autonomía, respeto generacional, visibilización de lo que son como seres humanos” -Fabian Acosta-.

Jóvenes manifestándose el 21 de Noviembre en la Plaza de Bolívar. Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño

La juventud hoy hace parte de esa sociedad que se despierta, que reconoce y se moviliza desde lo colectivo pese a las diferencias a las que se enfrenta diariamente. Como lo reconoce Fabián Acosta, director del Observatorio de Juventud de la Universidad Nacional, la modernidad produjo una categoría socialmente significativa: la de juventud, que comienza desde los estudiantes universitarios y está relacionada con temas como el antimilitarismo, el hip hop, las expresiones de género, consumo de sustancias psicoactivas, entre otras. El reconocimiento de la juventud por el Estado colombiano parte de una visión normativa e institucionalizada, que nace de la Ley Estatutaria de la Ciudadanía Juvenil - Ley 1622 de 2013- cuyo objeto es garantizar el pleno ejercicio de la ciudadanía a la juventud en lo civil, lo social y lo público, además del goce efectivo y pleno de sus derechos. Hablar de juventud no es un tema nuevo, como si sigue siendo el reconocimiento de su participación en la sociedad, de escuchar, entender, reflexionar y construir a partir de sus voces y de lo que identifican como problemáticas que afectan su desarrollo personal y social.

Una serie de injusticias en el país, como el desempleo, la informalidad, la falta de educación y la precariedad en el sistema de salud, han impuesto una zozobra permanente, que en la Colombia profunda se vive a diario y en las ciudades llega de forma tardía, afectando a los más jóvenes y a esos sueños que les son arrebatados por la continua violencia. Hoy esa violencia es más estructural y hegemónica, pues no solamente perjudica la identidad de los jóvenes sino que limita sus opiniones y sus decisiones ante la vida. Como lo afirma Juan Carlos Sánchez, Docente universitario, Historiador e investigador en temas de juventud, no fue que nosotros vivíamos en Suiza y el 21 de marzo (haciendo referencia al 21 de noviembre) estábamos en el pozo, en el fondo del pozo, no, el país venía decayendo económicamente.

Es por ello que los y las jóvenes han puesto sus ilusiones y esperanzas de tener una experiencia de vida de bienestar, en la que participen junto con otras minorías, en hitos como la firma del Acuerdo de paz con las FARC - EP, en cuyo plebiscito también se manifestaron iniciativas por el Si como Colombia Respira Paz, Pazalacalle, Javerianos por la paz y Rosaristas por la Paz. Asimismo, el 21N aparece como un estallido social donde la voz de la juventud se hizo protagonista reclamando por la necesidad de trabajar temas de fondo como la indignación social y la rabia justa.

Infografia de Alejandro DiAngarita

El 21 de noviembre mostró que podemos como sociedad movilizarnos. -Juan Carlos Sánchez

Pensar las redes sociales como un escenario de movilización de generación de opinión y de indignación como lo señala William Aguilera, líder de las Plataformas de Juventud de Ciudad Bolívar y miembro del Observatorio Ciudadano Juvenil, es una manera de avivar la manifestación y así lo han hecho jóvenes que se organizan y trabajan desde allí. Muchos colectivos juveniles, muchas agrupaciones, agremiaciones y demás han encontrado en internet esa herramienta que les permite estar conectados, que les permite sentar una voz, que les permite gritar lo que no les gusta y en la pandemia lo hemos visto, las redes sociales han estado altamente activas, expresa Alejandro Gómez, comunicador social, experto en redes sociales. La juventud a pesar de los riesgos que corre tanto en las calles como en las redes sociales, opinan, debaten y generan eco para ser escuchados en sus demandas, y a esto Gómez lo denomina una nueva manifestación virtual, esta nueva manifestación digital en la que las personas, a pesar de que no puedan salir a la calle quieren sentar una voz de protesta.


Dentro del espectro virtual, las redes sociales se convierten en el epicentro de confrontación, denuncia y cercanía para con los que están en el poder, algo que se refleja en el simple hecho de arrobar o mencionar a alguien para llamar su atención, sin protocolo, directo, efectivo e intenso, esta es para Gómez una de las características más fuertes y una de las presencias digitales más grandes que tienen los jóvenes hoy en día.  

Copia de Infografia de Nataly Andrea Gutiérrez Acevedo

Todo lo que pasa en las redes sociales posee una posición política inmersa, al generar tendencia, likes, réplicas o comentarios a favor y en contra. Cada post que se hace en redes sociales demuestra la naturaleza de quien la publica o la agrupación a la que pertenece, siendo por ende más efectiva que una marcha, porque la marcha pasó, dejó la ciudad llena de pintura, dejó mugre, dejó humo, dejó lo que tu quieras pero ya pasó, mientras que en Tik Tok el contenido queda ahí, para que otras personas lo vean, afirma Gómez.

La virtualidad ha sido el nuevo espacio en el que se gestan los repertorios de las protestas de la juventud, sin dejar de correr con el riesgo de hacerse efímera en el tiempo. Aún así, muchos colectivos, parches y agrupaciones juveniles han encontrado en internet esa herramienta que les permite mantenerse conectados con lo que sucede en el exterior, y sentar una voz y una posición con lo que están de acuerdo o no, que finalmente se hace visible en las calles, bien sea a través de las marchas o con representaciones artísticas tal como ocurrió en el 21N. Esto según Jorge Turbay, candidato a Magíster en Comunicación Política y experto en redes sociales, es la expresión del entendimiento del sujeto, de la juventud y de las personas que participan en las redes de que su voz vale, de que su voz sirve y de que la red le permite organizarse para transformar.

En el 21N todo comenzó a través de una convocatoria que se hizo por redes sociales pero se ejecutó en las calles, se gestó en lo digital pero se vivió en la calle.- Alejandro Gómez.
Jóvenes manifestándose el 21 de Noviembre en la Plaza de Bolívar. Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño

El 21N se vivió de distintas maneras: en las calles, en el cubrimiento de la movilización en las redes sociales y en la validación de la protesta a través del cacerolazo, rompiendo de esta forma el consumo de información de los medios tradicionales al hacer este cubrimiento. El cacerolazo comenzó siendo tendencia en las redes sociales con el hashtag #21N y se prolongó durante la noche por más de una hora, iniciando en el barrio chapinero y extendiéndose al resto de la ciudad y del país desde los balcones, edificios y ventanas donde las personas demostraron su apoyo a las movilizaciones del día. El cacerolazo siguió repitiéndose en días posteriores, ya no desde las ventanas de las casas, sino en las calles de localidades como la Macarena, la Candelaria, Kennedy, Usaquén y Modelia. Hoy la cacerola representa una acción de protesta ante los diferentes eventos que generan indignación en el país y acompañamiento a actores que demuestran interés por las causas sociales.

Entre las respuestas que dio el Estado, estuvo la deslegitimación de la protesta social y el pliego de peticiones presentado por el Comité de Paro Nacional, agrupado, según José Cárdenas, joven representante del movimiento estudiantil de la Universidad Pedagógica Nacional, en tres principales razones: 1) el Paquetazo de reformas desarrolladas por Iván Duque y la OCDE, 2) el incumplimiento de una serie de acuerdos pactados con el Estado y la población civil, entre ellos el Acuerdo de Paz y 3) la exigencia de la defensa y el respeto por la vida, ante el asesinatos de líderes y lideresas sociales que ocurría y sigue ocurriendo en el país. 

Fueron muchas las organizaciones sociales juveniles que han y siguen saliendo a las calles para levantar su voz y manifestar sus inconformidades ante lo que está pasando en el país. En este reportaje quisimos recoger las experiencias de cinco de ellas, que se manifestaron en el 21N, comenzando por José Cárdenas miembro del movimiento estudiantil de la Universidad Pedagógica Nacional, Maria Paula Herrera de Rosaristas por la Paz, Adriana Gutiérrez Coordinadora de Vida Para Colombia -CRU-, Néstor Fonseca de R.A.S.H Bogotá y William Aguilera, representante de la Plataforma Distrital de Juventud de Ciudad Bolívar y miembro del Observatorio Ciudadano Juvenil, organizaciones ubicadas en la ciudad de Bogotá.

Que comience el baile. Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño.
“Mijo, usted para que se mete en estas cosas, como reclamándome que yo qué hacía en política, él me decía, pa’ qué si en eso no le dan plata, eso no sirve pa’ nada mijo, más bien dedíquese a estudiar” -Padre de José Cárdenas.

Desde su ingreso a la Universidad en 2014, afirma José Cárdenas, incluso desde el   colegio, comenzó a interesarse en la participación y en la movilización juvenil, producto de unas charlas que para ese entonces venían adelantando estudiantes universitarios en donde estudiaba, pues como él lo reconoce: Yo soy de Buenavista, Quindío, del Eje Cafetero, yo soy campesino, hijo de padres campesinos y ver todo lo que estaba pasando con el café, lo que estaba pasando con la importación y exportación de alimentos, con las políticas del gobierno hacia el agro, hicieron que me cuestionara un poco esa situación.

Por su lado, María Paula Herrera desde el 2016 impulsaba el colectivo Rosaristas por la Paz, que surgió cuando estudiaba su pregrado en ciencias políticas en la Universidad del Rosario y que en la actualidad ya tiene miembros de otras facultades.  Durante el plebiscito del Acuerdo de Paz se dedicó a hacer pedagogía por el voto del SÍ. Asimismo, Adriana Gutiérrez ha trabajado en temas de Derechos Humanos, reconstrucción del conflicto armado y proceso de paz, todo ello desde Vida para Colombia -CRU-, organización en la que trabaja actualmente como Coordinadora de proyectos sociales con estudiantes universitarios. Allí explora conjuntamente la importancia del liderazgo para los diferentes contextos, transmitiendo el mensaje de justicia social, paz y compasión con el otro desde una visión cristocéntrica. 

Por otra parte, Néstor Fonseca, miembro de R.A.S.H Bogotá, Skinheads Rojos y Anarquistas, comenzó su militancia y movilización social desde la Universidad, participando en los encuentros del Movimiento Estudiantil Uniminuto -MEU- en temas para la educación y la cultura, además de involucrarse en procesos territoriales de base en las localidades de Engativá y los Mártires. Desde allí llegó a R.A.S.H Bogotá, una organización juvenil de carácter político, que se define como marxista-leninista y tiene un pensamiento libertario anarquista. La música también ha constituido una parte relevante de su expresión política como joven, pues siendo vocalista de la banda Azulado Swing & Blues ha trabajado en la gestión de proyectos, trabajo territorial y sobre todo en el trabajo con jóvenes y el fortalecimiento de espacios culturales. 

Finalmente, William Aguilera, nos cuenta que, desde que estaba en el colegio ha estado involucrado en diversos procesos de radio comunitaria, educación popular, Derechos Humanos, y comunicación popular tanto en niños y jóvenes como en los procesos barriales y el fortalecimiento de la biblioteca comunitaria del barrio La Estancia. Para el año 2015, apoyó el proceso de consolidación de la plataforma de Juventud en la localidad de Ciudad Bolívar, de la cual es representante, además de ser miembro actual del Observatorio Ciudadano Juvenil, donde se promueve la implementación y la territorialización de la Política Pública Distrital de Juventud 2020-2030.

Son diversas las razones que convocaron a estas y estos jóvenes al 21N, pero lo que les unió y les une es un deseo común de contribuir en la construcción de un mejor país, aportando desde sus iniciativas al despertar de la cohesión y la unidad de ser jóvenes tanto en las movilizaciones como desde su trabajo en los colectivos y parches a los que pertenecen en la ciudad de Bogotá.

“Siempre hemos creído que la protesta Social es un derecho fundamental en Colombia y creemos que las autoridades tendrían que proteger ese tipo de hechos” Néstor Fonseca
Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño.

Bajo esta premisa Cardenas salió el 21N, también con la incertidumbre y zozobra que junto con sus compañeros sentían ante el silencio de los medios tradicionales de comunicación frente a la convocatoria de paro y la campaña de desprestigio presentada por el Gobierno Nacional. Aún así, desde el instante en el que colocaron una pancarta en la calle que decía la juventud está en riesgo, los medios mostraron su mensaje y la policía llegó a impedir su permanencia allí, supieron que este paro tendría algo diferente, algo que Sánchez reconoce al afirmar que el régimen político tembló por un momento, sintió el frío en el espinazo de que las marchas podrían ser generalizadas.

Y así fue, después de vivir una jornada extensa en la que la Plaza de Bolívar permaneció llena por aproximadamente seis horas y que culminó, como casi siempre, con la dispersión del ESMAD, llegó la sorpresa de que se había convocado desde redes sociales un cacerolazo esa misma noche a las 7:30 pm en el que muchas personas de diversos barrios de Bogotá salieron desde sus ventanas, sus balcones, e incluso a la calle a hacer sonar la cacerola. Como José nos cuenta, yo me acosté el 21 al amanecer y el 22 de noviembre inicia el día con incertidumbre y lo terminé con esta grata sorpresa y es que las personas salieron masivamente a protestar con cacerolas y a movilizarse en la noche del 21, en respaldo de lo que estábamos haciendo y el rechazo a todo lo que no estamos de acuerdo con el gobierno.

Maria Paula Herrera, en tanto, junto con el colectivo Rosaristas por la Paz llevó a las calles durante el 21N la consigna de pedagogía y defensa de la paz, generando nuevos lazos de solidaridad al interior de la universidad que, como ella nos relató fueron nuestra mayor herramienta para salir juntos y protegernos juntos. Así es como vivimos el 21N y ese ha sido un éxito porque lo vimos como la oportunidad para plasmar distintas demandas ciudadanas con la bandera de la paz.

Para William Aguilera, las movilizaciones del 21N representaron un grito de las juventudes, de una generación que está aceptando la otra en el plano de lo político, que quiere tomarse la voz y que está siendo agredida por las medidas económicas del neoliberalismo. No fue una movilización más de la izquierda, sino de la población cansada de la violencia, de la desigualdad y de la injusticia. El 21N en Bogotá generó una ola de inspiración y de indignación con un mensaje de lo que se debe sepultar, pero así mismo generó empatía y conexión con quien está al lado y con las organizaciones barriales, muchas de estas conformadas por jóvenes con una posición crítica en materia de educación, empleo, salud, transporte y medio ambiente. 

Adriana, por su parte, durante el 21N se reunió con el equipo de coordinadores de CRU, para entender la magnitud que tendrían las manifestaciones en ese día y así marchar con una visión diferente de lo que se puede hacer en la protesta social, ya que ellos no defienden las causas políticas de derecha o izquierda, sino que respetan ambas visiones de la política en la sociedad, pero eso no los hace insensibles ante lo que ha estado pasando en Colombia y Latinoamérica. Las consignas que defienden se hicieron visibles en el 21N en Bogotá,en carteles como: a Jesús también le duele la indiferencia; Jesús defiende a los oprimidos; Oramos por ti; oramos por los policías en Santander de Quilichao, y pasajes bíblicos Como ella lo expresa sería incoherente no practicar lo que dice la biblia: defiende al indefenso, cuida a la viuda, protege al huérfano, y esto es seguir el ejemplo de Jesús, él se levantó en contra de injusticias de su tiempo y sería hipócrita no hacerlo hoy, no como rebeldía contra el gobierno, sino más bien actúa con compasión y rechazo a la injusticia.

Néstor Fonseca salió desde la Universidad Nacional con un bloque de la R.A.S.H y otros grupos del movimiento antifascista Bogotano, incluyendo Skinheads Against Racial Prejudice -SHARP- y el Frente Antifascista de Engativá -FAE- hacía la Plaza de Bolivar. Su movilización en el 21N, como en otras manifestaciones políticas del colectivo, va encaminada a la defensa del derecho a la protesta, además de hacer un llamado crítico frente a las medidas implementadas por el gobierno actual para cumplir con las peticiones de organismos económicos internacionales. En sus palabras, las movilizaciones del 21N hacen parte de una serie de luchas históricas que el pueblo colombiano ha querido trabajar desde su indignación en las calles, en la justa protesta y la rabia digna. Esta idea toma más fuerza aquel día de manifestación cuando a raíz de los hostigamientos de la Fuerza Pública lastimosamente uno de sus compañeros perdió un ojo.

Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño.
“Ya casi uno vuelve costumbre que en las movilizaciones la oficina de atención al público del Gobierno nacional es el ESMAD”- José Cardenas.

Sus acciones colectivas pese a la pandemia - COVID-19

El quehacer de estas cinco experiencias desde sus organizaciones juveniles no se detuvo durante la pandemia producida por el Covid-19, la virtualidad impuesta y el privilegio de mantener la conectividad por estar en Bogotá, sino que esta situación los ha llevado a trabajar de formas inesperadas y sorprendentes para atender otras problemáticas que viven hoy los jóvenes. 

Un ejemplo de ello es como José Cárdenas, quien, pese a ser consciente de que la pandemia no permitiría hacer otra movilización en mayo, decidió junto con el movimiento estudiantil apoyar la bandera de matrícula gratis para las universidades públicas en el segundo semestre del 2020. Esta campaña consistió en promover el debate desde el movimiento estudiantil con las bancadas en el Senado de: Gustavo Bolívar, Aida Avella, Iván Cepeda, Wilson Arias Castillo, Antonio Sanguino y Jorge Enrique Robledo; y en la Cámara de Representantes de María José Pizarro, Angela Maria Robledo y David Ricardo Racero para exigir al gobierno un apoyo económico a estudiantes de estratos 1, 2 y 3 de las universidades públicas del país que no pueden asumir estos costos, pero que desean continuar con sus estudios. Estas acciones fueron desplegadas desde la virtualidad, a través de variados contenidos comunicativos en redes sociales como Instagram, Facebook y Twitter. 

Maria Paula Herrera, bajo la idea de que el reincorporar y reinsertar a los excombatientes es darle oportunidades creó durante la pandemia en Mercadillos por la Paz, iniciativa que comercializa productos realizados por excombatientes, ya. También viene desarrollando un proyecto de contenido transmedia que se llama Caceroliando, que nació en el 21N y es un espacio entre amigos para hablar de política una vez al mes de forma crítica, y no solo de la política sino de la actualidad cultural, porque hablar del poder político también es hablar de los imaginarios, los rituales y los discursos que tenemos como sociedad.

Otras organizaciones tuvieron que enfrentar retos en su organización durante el confinamiento, como fue el caso de Néstor Fonseca con R.A.S.H, que tenía diversos proyectos tanto nacionales como internacionales en presencialidad que no pudieron desarrollarse desde la virtualidad. Sin embargo, también fue, en su opinión, una oportunidad para encontrar vías alternas de reunión y sobre todo trabajar en otros temas que antes no consideraban dentro de la militancia, repensar las masculinidades, por ejemplo. En el marco de un proyecto de cine crítico cuya finalidad fue la discusión y el pensarse la masculinidad en los espacios contraculturales, tejieron alianzas con colectivos como Sur Masculino y la Red de Armonización Mambrú. 

Al comienzo del confinamiento Adriana Gutiérrez y su organización también enfrentaron dificultades, debido a que su trabajo se había centrado en acompañar presencialmente a jóvenes universitarios en su proceso educativo y en el fortalecimiento de su fe.  Su decisión fue parar actividades para evaluar la situación y de allí volcarse al trabajo en la virtualidad, que, aunque no fue un proceso sencillo, le permitió a CRU fortalecer su trabajo en equipo y el trabajo en red a nivel nacional.  Tal  como ella lo reconoce: nuestros métodos han ido cambiando porque cada generación es diferente, hemos pasado más a la virtualidad, a las piezas gráficas, los videos, memes, porque hemos necesitado conectar más con ellos. Actualmente, su trabajo se dirige a grupos más pequeños en los que asesora sobre desarrollo emocional, prevención de sucidio y atención de crisis producida por el estrés académico y el confinamiento.

Por su parte, William Aguilera relata tres experiencias de su trabajo durante el confinamiento. La primera desde su participación en ASOSPRAM que promovió una campaña para recoger mercados e insumos tecnológicos para las familias necesitadas, encuentros para narrar cuentos y sesiones educativas virtuales para ayudar a niños y niñas en su proceso formativo. Como miembro de Plataformas de Juventud y el Observatorio Ciudadano Juvenil, su trabajo se centró en la generación de recomendaciones al Plan de Desarrollo de la actual administración y resaltar el componente de juventud dentro de la Política Pública, afirmando que la virtualidad posibilitó a tener mejores formas para hacer más en ese proceso, generar más interlocución más constantes con las instituciones en el proceso política pública y pues organizamos para la movilización.

Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño.
Si nosotros queremos que haya una transformación en el mundo necesitamos empezar por nosotros mismos, por nuestras casas, cómo le hablamos a nuestros padres, cómo tratamos a nuestros hermanos, cómo atendemos las necesidades del otro... debemos hablar con amor, pensar y actuar. Adriana Gutierréz.

El camino recorrido desde las marchas del 21N hasta el día de hoy no ha sido fácil, pero estos jóvenes, con el apoyo de sus colectivos, parches, grupos u organizaciones, han aportado desde la virtualidad a sus proyectos misionales, a aquellas causas que consideran justas y necesarias para contribuir a la construcción de un mejor país. Incluso si se llega a pensar que estas movilizaciones pueden convertirse en una marcha más en Colombia en la que se hacen exigencias al gobierno de turno de las que se hace caso omiso, las lecciones que han dejado en estos jóvenes muestran que, en medio de la incertidumbre, el pesimismo predominante y el miedo, hay esperanza de que su voz y sus expresiones pueden alterar algo, y de que su protagonismo como su energía y creatividad son necesarias para contagiar a otros y así despertar un panorama diferente.

De la experiencia de José Cárdenas es importante resaltar la necesidad de participar políticamente, para que, como él dice, el día de mañana gobiernen personas distintas, hayan políticas distintas y haya un futuro promisorio, distinto al que tenemos en este contexto tan difícil. Esto fue algo que Néstor Fonseca observó en el 21N, para quien los jóvenes nos seguimos organizando y esto se ve en la medida en que ha cambiado, hay muchísimos más parches que son organizaciones de base, que no necesitan ni siquiera tener un nombre, sino que son organizaciones que se reúnen en el territorio y que en los barrios van generando desde un combo de amigos diferentes acciones para trabajar con jóvenes.

La protesta pacífica es y seguirá siendo para José Cárdenas una manera de garantizar, por lo menos, ciertos derechos que nos han quitado durante tantos años, una lección que comparte con María Paula Herrera, quien a pesar de despertar cada mañana con miedo, a veces irracional y a muchas veces justificado por las noticias diarias del país, dice que el miedo no nos tiene que petrificar, no nos tiene que dejar en shock, sino que nos tiene que encender. Para ella, la movilización social es un escenario donde todos podemos participar, incluso desde la comodidad de un balcón dándole a la cacerola por 15 minutos, creo que la movilización se tiene que hacer por todos los lados posibles, desde el lado cultural, desde el lado callejero, desde el lado político, desde el lado electoral y ése ha sido un gran reto. La participación social y política puede comenzar desde acciones mínimas como pegar un cartel con un mensaje en casa, usar un brazalete con un mensaje político, consumir productos de excombatientes o aportar con tiempo o dinero a una causa que consideremos justa. 

Otra de las lecciones que nos han dejado estas experiencias en el 21N es la creación de lazos de solidaridad que, como lo expresan William y Maria Paula, son la forma de cuidarse entre sí, tanto en la calle y en el barrio como en la movilización social, reconociendo y compartiendo con el otro las distintas expresiones de inconformidad, y generando nuevas experiencias. Las redes de solidaridad crean procesos de trabajo para mejorar los territorios, esta es una herramienta que todos deben seguir alimentando para fortalecer el trabajo de base y generar nuevos proyectos.

Adriana Gutiérrez dice que es importante salir a la calles, pero haciendo algo diferente y algo diferente pues es no agredir verbalmente al Gobierno de alguna forma, pero tampoco ser insensibles ante las injusticias, todos podemos por lo tanto ayudar a construir el sueño de El Silencio de los Fusiles, que es una promesa incumplida en tantos territorios.

Foto de Rafael Andrés Romero Fandiño.
“La valentía de los jóvenes es admirable, la capacidad que tienen de expresar su indignación, porque además esas movilizaciones juveniles activan la movilización de los adultos, creo que el mundo adulto desconoce realmente el valor muy significativo que tiene la experiencia juvenil”- Fabián Acosta.

Todas estas lecciones que dejaron las movilizaciones del 21N nos muestran que este hito fue un impulso, una oportunidad para fortalecer los lazos de las juventudes y sus organizaciones, además de hacer evidentes una serie de demandas históricas que siguen sin resolverse. 

Parece un panorama desalentador por la historia que nos precede, pero hoy podemos decir que la juventud que salió en el 21N en Bogotá tiene más optimismo para agruparse, movilizarse y demostrar su inconformidad. Este reportaje quiere dejar la motivación de convertirnos en militantes de la esperanza, es decir, como lo dice Maria Paula Herrera, luchar desde donde podemos, desde donde nos sentimos seguros pero hacer ruido, denunciando abiertamente lo que está pasando y no quedarnos callados. Esto también lo afirma William Aguilera, para quien los jóvenes debemos ser quienes generemos acciones de movilización sin banderas, sin colores, pero con una causa, una sola voz, un solo rostro, sin necesidad de que hayan protagonismos.

“Hablar de las juventudes es pensar que hay muchas diversidades, diversidades desde sexuales hasta étnicas y que aparte de las diversidades hay muchos pensamientos, hay una rebeldía propositiva, hay una necesidad de cambio, nos mataron tanto que es una generación que ya no tiene tanto miedo”- William Aguilera.


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