Me voy con todo y música, pana.

Relatos de jóvenes migrantes venezolanos.
2019
Tiempo de lectura: 10 min

Realizado por:

Laura Caballero

Evi Martínez

Laura Asprilla

Agradecimientos:

Erick

David

Escuela de Medios sin comillas 2019

Ganador del Premio Álvaro Gómez en la categoría PERIODISMO COMUNITARIO

Edición 2020

Ésta no es la única frase que se escucha en el transporte público, yo sé que se baja uno y se sube otro y que eso es fastidioso, Buenos días nuestra intención no es incomodar a nadie, sabemos que es molesto, Nosotros somos un par de venezolanos que como muchos se sube a este medio de transporte para lograr el sustento diario, Venimos a compartirles un poco de cultura, de arte urbano... son otros ejemplos.

Y así son varias las historias que diariamente se comparten con quienes usamos el transporte urbano en Bogotá. Las escuchamos en nuestros recorridos de ida y vuelta del trabajo, universidad o colegio, y son tantos los vendedores y cantantes de Venezuela en los buses, que bajo nuestra mirada todos son una masa sin identidad olvidándonos de las personas y sus particularidades. Pareciera que la indiferencia se subiera también al transporte.

Cada persona trae consigo una historia y cada una de ellas representa la esperanza de un mejor futuro en Colombia. Según cifras de Migración Colombia hay 1.408.055 personas venezolanas que actualmente se encuentran en el país, 742.390 en situación regular de los cuales 597.583 portan el Permiso Especial de Permanencia (PEP) y 665.665 venezolanos en situación irregular. Bogotá es el lugar donde se concentra la mayor parte de los migrantes con un 22,27%. Justo ahí, dentro de ese porcentaje, se encuentran Erick y David quienes por estar en una situación irregular optaron por trabajar en el transporte público de la capital del país.


Es paradójico que aquello que hacían Erick y David en Venezuela como hobbie hoy sea su fuente principal de ingresos para sobrevivir y ayudar a sus familias quienes se quedaron llorando su partida. Es precisamente su talento lo que mueve a las personas en Transmilenio a dejar de lado la indiferencia, interactuar ¿y por qué no? sacar una sonrisa finalmente, ese también es su objetivo, quienes en medio de la crisis, la molestia e incluso lo incómodo que puede ser el rechazo, nos recuerdan a través de la música que somos países hermanos.

Suben al Transmilenio, prenden el parlante y el micrófono, aclaran sus voces y saludan enérgicamente. Introducen por qué están ahí y luego pasan de puesto en puesto improvisando versos con “el joven que viene en compañía”, “la chica que está con sus audífonos”, “el niño que viene acompañado de su mamá”, los novios, los amigos y claro, las personas que vienen de pie. Ese es el ritual diario de estos jóvenes.

David y su gigante en Cúcuta

David cuenta que su intención nunca fue llegar a Bogotá. Cuando decidió viajar a Colombia, emprendió su viaje desde el estado de Lara hasta la frontera en Táchira, allí cruzó la trocha y el Puente Internacional Simón Bolívar, finalmente se estableció durante 9 meses en Cúcuta donde trabajó en una mina de carbón. Su experiencia allí no fue fácil, tuvo que carretear en un túnel de 200 metros de largo por 1.50 metros de alto para sacar de 10 a 8 toneladas diarias de carbón. Debía completar la meta del día, por lo que necesitaba realizar por lo menos entre 40 a 60 viajes, pues para completar una tonelada requería de 5 desplazamientos en carretilla.

Su horario de trabajo era de cinco de la mañana a cuatro de la tarde durante 15 días continuos, después descansaba el sábado y domingo y así sucesivamente durante sus meses de estadía.

Un día Erick contactó a David y fue su motivación lo que lo trajo a Bogotá, atrás quedaron las anécdotas junto a varios amigos que hizo en la mina… “Sí se puede vivir de la música” dice David, a quien le gusta cantar y disfruta el contacto con la gente. Es lo mejor que ha hecho en Colombia desde que cruzó la frontera, según los que nos contó.

Erick: si te despides

Antes de viajar a Colombia, David tenía varios trabajos en Venezuela, pero su gran sueño era poder vivir de la música, por lo que alternaba sus empleos con la composición y la realización de canciones. Se rodeó de conocidos que tenían estudios de grabación, personas que hacían pistas musicales y grababan, subió sus canciones a internet y se presentó en cuanto carnaval o feria pudo. Junto con su hermano cantaban en las batallas de rap en Venezuela. Erick nunca dejó de soñar, siempre tuvo presente que para darse a conocer y triunfar en la música debía ser perseverante.

Una realizadora audiovisual a la que Erick le enseñó una de sus canciones le propuso grabar el vídeo. Animado por esta idea, cotizó el valor de su producción que correspondía en ese tiempo a alrededor de 100 dólares. Sin tener todo el dinero, pero entusiasmado porque su canción tuviera videoclip, Erick le propuso a esta persona un trueque, él le daría un teclado musical como forma de pago. De esa manera inició todo. De ahí en adelante solo se fueron abriendo las puertas, hasta pudo gestionar una avioneta con un conocido de uno de sus empleos. El resultado fue “Si te despides”, una historia de amor entre una pareja que se separa a causa de la migración venezolana.

Estos dos jóvenes venezolanos atravesaron caminos muy diferentes que al final unió la música y las ganas de seguir adelante. Aunque disfrutan poder vivir de su talento también son muy conscientes de lo difícil que está la situación y la urgencia de que las situación socio-política mejore en su país.

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